
Lo que pareció un caso sacado de una película de terror fue, en realidad, un complejo acertijo médico que mantuvo en vilo a los especialistas: una niña de 8 años en la ciudad de Yangzhou, provincia de Jiangsu, vomitó gusanos vivos durante más de un mes, desafiando diagnósticos y tratamientos convencionales.
La odisea de la pequeña comenzó hace un mes, cuando de forma recurrente, vomitaba gusanos vivos, a veces uno o dos, a veces hasta cinco. Sus preocupados padres buscaron ayuda en diversos hospitales, pero los antihelmínticos tradicionales no surtían efecto, dejando a la familia en la desesperación. La magnitud del problema se hizo aún más evidente cuando el padre de la niña logró capturar varios gusanos de aproximadamente un centímetro de largo, retorciéndose, en un vaso de vidrio.
Finalmente, el caso llegó a la clínica pediátrica del Hospital de Mujeres y Niños de Yangzhou. Ante la rareza de la infección, el centro activó un diagnóstico conjunto con expertos multidisciplinarios. Tras una exhaustiva investigación, el “culpable” fue finalmente identificado en el lugar menos esperado: una pequeña polilla negra escondida en el baño de la casa familiar.
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